sábado, 23 de octubre de 2010

Tres puertas

Una sola puerta de tres, abierta.
Una sola puerta.
Enfrente, la montaña.
Pasa la nube inmensa;
toda suya... todo suyo.
Huracanes de vientos;
lluvia andante semiparalela
y en todo el monte funerales alegres, naturales,
de hojas muertas.

Los cabellos terráqueos danzan todos iguales
al son de trompetas invisibles que vienen de los mares.

Llegó el otoño; llegó la muerte...
¡Mas no para todos!
Hoy morirán hojas y animales.

Mas no morirán para siempre y, en su transformación de mañana
darán
con más calor
a la tierra,
de su muerte,
pasado mañana,
brotes de espeanza.

Y yo no he muerto.
Me alegro de la lluvia
y me alegro del viento.
Si tengo frío, me caliento;
si tengo miedo, ¡Que no lo tengo!,
susurro y pienso...
y para mañana
ya me he comido mi pequeña ración de esperanza.

Una sola puerta de tres, abierta.
Una sola puerta inmensa.

Diviértase con esto

Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, en sus santas y venerables manos, dando gracias lo bendijo y lo dio a sus discípulos diciendo:
''Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados."